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Entrevista en 'cermi.es' a Mª Luisa Ramón-Laca, expresidenta del CERMI Madrid : “El gran avance del CERMI es que se considere a todas las personas igualmente válidas y objeto de derechos”

Entrevista en ‘cermi.es’ a Mª Luisa Ramón-Laca, expresidenta del CERMI Madrid : “El gran avance del CERMI es que se considere a todas las personas igualmente válidas y objeto de derechos”

25º aniversario de CERMI Estatal

Mª Luisa Ramón-Laca, primera presidenta de CERMI Comunidad de Madrid

En los albores del movimiento de la discapacidad, cuando las personas con discapacidad intelectual no tenían ninguna visibilidad, M” Luisa Ramón-Laca ya estaba muy involucrada en la lucha por los derechos de este colectivo. Su implicación en el nacimiento del CERMI era inevitable y su experiencia ha sido insustituible. A sus maravillosos 93 años, Mª Luisa resume en esta entrevista todo lo que ha aportado el CERMI a este colectivo y repasa su dilatada experiencia en este particular mundo al que, si bien es cierto que le ha dado mucho trabajo, horas y esfuerzo, también es cierto que ha recibido más.

 

Usted comenzó su labor en el movimiento asociativo en 1962, mucho tiempo antes de que se creara el CERMI, en el año 1997. ¿Cómo era el mundo de la discapacidad en los años 60 Y 70?

Era ignorado. La sociedad vivía de espaldas a toda la discapacidad. Yo estaba trabajando en el campo de la discapacidad intelectual y en aquel entonces eran “subnormales” y estaban escondidos.

Recuerdo cuando fuimos, Dña. Carmen Gayarre, que era con quien empecé, y yo a ver al ministro de Educación Nacional de entonces, Manuel Lora-Tamayo Martín, en aquella reunión Carmen Gayarre le dijo que quería montar una escuela para niños con discapacidad intelectual. La contestación del ministro fue: “¿Cómo voy a escolarizar a los subnormales si no tengo escolarizados a todos los normales?”. Doña Carmen le dijo: “el derecho a la educación es igual para todos”. Y el ministró, que era una persona buena y muy inteligente, se cayó unos minutos y contestó: “tiene usted toda la razón y yo no había caído en ello. Les voy a ayudar todo lo que pueda”. Y la verdad es que ayudó muchísimo.

 

¿Cómo ha contribuido el CERMI para cambiar esa situación, en la que se encontraba el colectivo de la discapacidad?

Nos queda mucho que hacer pero creo que el CERMI ha influido muchísimo en el punto de vista social. El CERMI siempre ha tenido prestigio y credibilidad por varias razones. Una razón es la ONCE, que siempre ha tenido mucha credibilidad y eso le ayudó. La segunda razón es el trabajo y la unión de todos los grupos que formaron parte de la creación del CERMI.

 

¿Cómo recuerda los orígenes del CERMI? ¿Cómo han sido los años en los que usted ha formado parte del CERMI?

Si no recuerdo mal, el CERMI nació de cara a la representación en Europa, a la representatividad y a la visibilidad que pudieran tener las personas con discapacidad de puertas a fuera pero, por supuesto, había que empezar por unos buenos cimientos en España y eso lo trabajaron muy bien las personas que crearon el CERMI.

En los orígenes había ganas de colaborar y de trabajar. Le costó mucho esfuerzo al CERMI, mucho trabajo e hizo falta, sobre todo, mucha unión y una colaboración muy estrecha entre todas las entidades. Yo estaba en el mundo de la discapacidad intelectual y tampoco tenía mucha relación, ni con la discapacidad física, ni con la sensorial, ni con el resto de discapacidades y fue el CERMI quien me enseñó a colaborar con todos ellos y a ver los valores y las carencias de unos y de otros. Había mucho interés en que esa colaboración diera buenos frutos y, digo interés en los frutos, y desinterés en el esfuerzo y en las horas dedicadas a ese movimiento.

En lo referente a mi paso por CERMI Madrid, tuve un buen entendimiento y una comunicación muy fácil con el secretario de la entidad, Miguel Paraíso, que era y sigue siendo un amigo. Me parece una persona encantadora y sumamente eficaz.

 

Usted ha trabajado toda una vida en el ámbito de la discapacidad, sobre todo, de la discapacidad intelectual. Dígame, en este ámbito en concreto, ¿cómo cree que el CERMI ha ayudado a mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual?

Como decía antes, las personas con discapacidad intelectual no eran visibles, la gente las escondía en casa y el CERMI siempre ha tenido en cuenta a todas las discapacidades. A nosotros, al colectivo de la discapacidad intelectual, siempre nos ha ayudado muchísimo. Por ejemplo, siempre se ha oído hablar de las barreras arquitectónicas pero nadie caía en que existen otro tipo de barreras para las personas con discapacidad intelectual en situaciones cotidianas. Por ejemplo, cuando entramos en los aseos públicos, a veces los letreros de señoras y caballeros no están escritos, sino que son dibujos de un abanico o una pipa; o de una falda y un pantalón, y nadie advertía que, hay parte de nuestra población que no puede asimilar todos esos simbolismos. Por eso, también hay que derribar barreras intelectuales. Y todas estas cosas, el CERMI siempre las ha tenido en cuenta.

 

A lo largo de los 25 años de recorrido del CERMI, ¿cuáles son los avances que considera más significativos? 

Ha dado más visibilidad a las personas con discapacidad en la sociedad. Aunque el CERMI conserve la “M” y la “I” ha contribuido a que estas personas sean tan válidas como los demás. No solo socialmente, como comentaba antes, también ha sido un intermediario con las administraciones, y ha trabajado para cambiar la legislación. Desde 2006, contamos con la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y estamos cambiando la legislación, pero el CERMI ha contribuido a acelerar todos estos cambios gracias a la credibilidad que se ha ganado a pulso.

El Comité también ha contribuido mucho a mejorar los derechos de las mujeres con discapacidad y eso que, esta lucha viene de muy lejos. Recuerdo que mis tías no podían abrir una cuenta corriente sin permiso del marido, ni siquiera podían sacarse el pasaporte. Las mujeres han tenido que partir, no ya desde la discapacidad, sino desde la falta de derechos y en este sentido, la Fundación CERMI Mujeres está haciendo una excelente labor.

Te voy a contar una historia. Yo estaba en un congreso sobre discapacidad intelectual, en la Haya. Salió una chica portorriqueña, con mucha garra, a hablar delante del micrófono y comentó: “a mí, mi madre de pequeña ya me lo dijo, lo tienes claro, mujer, negra y con discapacidad, vas a tener que luchar mucho en esta vida. Y mira donde he llegado”.

Efectivamente, había que luchar por los derechos humanos de las personas, de las mujeres, de los niños, de las personas con discapacidad. Ahora me ha salido de manera espontánea lo de “personas” con discapacidad, pero hace años era impensable. Esta fue una de las luchas del CERMI, dejar de usar palabras como discapacitados, minusválidos y subnormales. En estos momentos, sin querer todos metemos la palabra persona por delante y en eso el CERMI ha tenido mucho que ver y lo ha hecho muy bien. Tengan lo que tengan, primero son personas y, por tanto, son acreedores de derechos.

Por eso me parece que la evolución legislativa y la evolución social tienen que ir en paralelo, ni la sociedad puede actuar sin leyes, sin derechos y sin normas, ni los políticos pueden actuar si no encuentran una respuesta social. En este sentido, ahora la sociedad considera, de verdad, que las personas son primero personas y son igualmente válidas y eso tiene que tener una respuesta en el marco legislativo.

En cuanto a la inclusión laboral. En un país donde hay tres millones de parados tampoco podemos pedir que todas las personas con discapacidad tengan pleno empleo, no, pero nos inventamos el empleo con apoyo. Creo mucho en los apoyos porque considero que todos los seres humanos necesitamos apoyos los unos de los otros durante toda la vida, precisamente, eso es lo que nos hace ser humanos, solidarios, comprometidos, iguales y hermanos.

Sin embargo, no soy tan partidaria de la discriminación positiva, posiblemente, ha habido momentos en que no ha habido más remedio que recurrir a la discriminación positiva, pero creo que las personas con discapacidad tenemos derechos y, también, tenemos obligaciones. En este sentido, creo en los apoyos para hacer realidad esos derechos y espero que en algún momento la discriminación positiva deje de ser necesaria.

 

¿Cómo ha colaborado el CERMI para mejorar la educación inclusiva en este país?

Yo trabajaba en una escuela especial, en la Fundación Gil Gayarre, y nos llegaban muchos alumnos con problemas de aprendizaje. Hoy, son las escuelas ordinarias las que, en muchos casos, se hacen cargo de estos alumnos pero antes nos los enviaban a nosotros con la excusa de que así aprendían. Ahora que también aprenden en las escuelas ordinarias, se ha demostrado que lo que hace falta son apoyos que, por cierto, hoy por hoy en España, no son suficientes.

La educación inclusiva es posible y deseable pero siempre debe contar con los apoyos suficientes. Los que trabajamos en escuelas especiales tenemos maestros vocacionales y profesionalizados, las dos cosas, tenemos logopedas y fisioterapeutas; así como todos los apoyos necesarios, sin embargo, la escuela ordinaria, hoy por hoy, no los tiene. De hecho, la nueva Ley Orgánica de Educación, no da mayores garantías por eso, en mi opinión, si un niño tiene necesidad de mucho apoyo es mejor que vaya a la escuela especial.

En las escuelas ordinarias es necesario que el profesorado se conciencie y sepa porque están ahí y sepa que es maestro de todos, de unos y de otros, porque también hay que hacer una labor con los demás niños. Además, para los demás niños es una ventaja enorme crecer y educarse con personas con discapacidad porque suelen ser más flexibles, más pacientes, mas colaboradores, más generosos y eso, por mucho que te lo expliquen no se aprende, hay que vivirlo, los niños adquieren conocimiento de vida y experiencia y eso sí que se puede aprender en la escuela, pero no en los libros.

 

Si pudiera volver a empezar, si pudiera volver al pasado y coger las riendas del CERMI Madrid, ¿qué cambiaría? ¿Qué haría distinto?

Creo que haría otras cosas pero no cambiaría nada. Haría otras cosas porque estamos en otro nivel de consciencia social y de consciencia política. Creo que el CERMI metodológicamente está trabajando muy bien. Conozco a Luis Cayo desde hace mil años y sé toda su capacidad y todo su interés. Lo que sí cambiaria son los objetivos porque la meta la vamos poniendo cada vez un poquito más alta.

 

¿Cree que el CERMI, como el buen vino, ha mejorado con los años?

Ha avanzado y ha progresado, naturalmente que sí. Al principio tuvo que romper muchas barreras porque no fue fácil caminar todos juntos pero el CERMI ha aprendido a caminar con las manos unidas de unos y de otros y espero que siga mejorando.

 

¿Cuál cree que es el mayor legado del CERMI?

Que haya derrumbado la etiqueta de minusválido. Claro que la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad ayuda a reconocer los derechos pero el gran avance del CERMI es que ha conseguido que se consideren a todas las personas igualmente válidas y objeto de derechos.

También es cierto que, haber comenzado de la mano de la ONCE ha sido una enorme ventaja por la credibilidad de la que siempre ha gozado la ONCE. Yo conocí la creación de la ONCE cuando era niña y recuerdo haber tomado consciencia de que, efectivamente, una persona ciega no es el pobre que pide en la esquina, es una persona que no ve. Esa credibilidad de la que te hablaba se la ha ganaron desde el principio. Por eso, creo que debieron de ser personas muy capaces las que trabajaron en la creación de la ONCE. Se me viene a la cabeza Rafael de Lorenzo, a quien he conocido muy bien y he apreciado muchísimo. Personas como él, han hecho posible esa credibilidad.

 

¿Algo más que añadir?

Me considero afortunada por las personas que conocí en las diferentes asociaciones de la discapacidad de Madrid. Considero un privilegio haber estado en el CERMI y en sus orígenes. Ha sido una ocasión de aprendizaje y de crecimiento personal. Puedo haber dado mucho de mí, pero he recibido mucho más del mundo de la discapacidad de lo que yo he podido dar.