Blanca Abella
“Aunque no tenía diseñados sus planes de futuro, Juan José sí tuvo muy claro siempre su compromiso con la vida, con tomar lo que viene, por eso se presentó a unas oposiciones de la ONCE en cuanto recibió la convocatoria. A partir de ahí lo único que ha hecho, como dice, es aplicar la inteligencia y el conocimiento, porque lo demás son ‘zarandajas’. Y lo ha hecho con tanto empeño que su tarea actual está ligada a varios frentes: a la ONCE, como técnico en Rehabilitación, su pasión primera, al CERMI Comunidad de Madrid, como coordinador de accesibilidad y al Centro Superior de Estudios Universitarios La Salle, con varios perfiles profesionales relacionados con el mundo de la enseñanza y el diseño universal.”
La justicia social por encima de todo
Juan José habla de la importancia del lenguaje, de la conceptualización de las cosas y por eso, en varias ocasiones, interrumpe su discurso para explicar, por ejemplo, qué es un encaminamiento, o bien se entretiene en razonar el concepto de ‘persona obtusa’ en un ámbito determinado, y finalmente, llama la atención sobre el error común en la actualidad de denominar diversidad funcional a la discapacidad. También, cuando habla de discapacidad, lo hace en primera persona: “porque yo soy como ellos, como mis amigos que no ven, tengo muchos, o que no oyen o van en silla de ruedas”, afirma.
Pero nos cuenta que llegó a este mundo a fuerza de oposición. Estaba muy preparado, es psicólogo, maestro y máster en dirección de Servicios Sociales, “porque tenía ganas de salir adelante y de una forma sólida y tenía claro que debía ser por oposición”. Y mientras preparaba las oposiciones al Banco de España estudiando matemática financiera, derecho civil y derecho mercantil, entre otras materias, recibió información sobre las oposiciones de la
ONCE: “Fueron las primeras plazas que se convocaron para técnicos de rehabilitación, en 1984”. Fue superando pruebas y periodos de prácticas y finalmente consiguió su primer destino en Sevilla.
Estuvo un año enseñando a las personas ciegas a caminar por su ciudad, pero al mismo tiempo colaboraba con la puesta en marcha de un nuevo centro de rehabilitación. Después volvió a Madrid, donde le encargaron trabajar con niños pequeños en el Colegio Mirasierra: “Eran momentos iniciales de autonomía, de servicios personalizados y tuvimos que estudiar mucho por nuestra cuenta para empezar a hablar del trabajo con un niño en procedimientos de movilidad”. Por eso, recuerda esos tiempo como una época de aprendizaje constante, ”leyendo todo lo que cayera en mis manos”.
Un espacio propio
Con el paso de los años y ese espíritu inquieto que le anima a involucrarse en continuos desafíos, Juan José prospera en la ONCE y se convierte en asesor de la Dirección de Servicios Sociales, trabaja como jefe de Autonomía Personal y en ocasiones, vuelve a la atención directa: “Me gusta mucho estar con la gente, no lo cambiaría por nada, me parece muy gratificante”, asegura. Pero además, siempre ha contado con una gran ventaja, y es que según explica la ONCE tiene un sistema muy flexible para la actuación profesional en este ámbito: “Puedes organizar tus clases y determinar cuál es el tiempo de duración de un programa, ajustándote mucho a las características de la persona, de la edad, los intereses, y eso te permite mucha libertad y es algo que valoro mucho en mi profesión, soy una persona muy autónoma y muy activa”. De ahí que conservara este trabajo a pesar de otras ofertas que recibió, afirma que prefiere trabajar con personas y contar con esa libertad, lo que él llama ‘mi espacio propio’.
Esa forma de trabajar en la rehabilitación o autonomía personal no era la más común en los años 90, entonces se establecían periodos estándar de atención, muy rígidos, iguales para todas las personas, pero poco a poco fue cambiando: “Fuimos los primeros y luchamos mucho porque éramos la primera hornada de profesionales en ese ámbito, y la ONCE supo encajar eso muy bien, esa nueva profesionalización, con la estructuración de los servicios y se ha mantenido en sucesivos gobiernos en la ONCE como un aspecto muy básico y desde el punto de vista profesional es muy de agradecer. Damos unos servicios de una calidad excelente”.
Los años siguientes fueron también de cambios continuos, volvió a trabajar en un colegio, pero en esta ocasión con estudiantes jóvenes, algo que recuerda con una amplia sonrisa: “Lo pasé muy bien con ellos y fue muy útil mi trabajo allí”. También trabajó de nuevo en la unidad de rehabilitación de Madrid, con adultos, y finalmente incluyeron su especialidad en la estructura territorial, no como centro autónomo sino como servicios sociales para afiliados en el ámbito de la autonomía persona.
El CERMI cambia su vida
En 1999 nace el
CERMI Comunidad de Madrid y ya desde sus inicios le proponen participar en el comité en el ámbito de la accesibilidad: “Tenía una formación muy somera, no sabía mucho de eso, pero les dije que sí y me empecé a especializar. Tuve que estudiar muchísimo porque no habíamos recibido formación en ese tema”.
“Ahí cambió mi vida”, asegura Juan José, que recuerda esos inicios con cariño y auténtica pasión: “Empecé a liderar la propia comisión de accesibilidad al adquirir un conocimiento muy profundo de estos temas y en la interacción con los demás compañeros también fui aprendiendo más sobre la accesibilidad fuera del ámbito de la discapacidad visual y pensaron en mí para coordinar la comisión. A partir de ese momento empezamos a trabajar de forma muy ordenada y siempre hemos estado muy unidos y hemos sido muy activos”.
Y si algo tuvo claro desde el principio en esta nueva tarea es que había que liderar el tema de la accesibilidad y “alcanzar el respeto por parte de los otros desde el conocimiento, tener mucha presencia en todos los lugares donde se toman decisiones”. Y así consiguió entrar en un órgano burocrático llamado Consejo para la Promoción de la Accesibilidad y Supresión de Barreras de la Comunidad de Madrid, con un encargo muy claro por parte de los responsables: “Haz que eso funcione”.
Comenzó entonces un largo periodo de trabajo intenso relacionado con el reglamento que desarrollaba la Ley de Accesibilidad de la Comunidad de Madrid. Pasaron cuatro años, mano a mano con el asesor jurídico del
CERMI, Óscar Moral, negociando un texto que redactó y presentó el propio CERMI Comunidad de Madrid, hasta conseguir su aprobación. No fue fácil, explica Cantalejo, porque la ley era muy vaga y el reglamento debía ser muy exigente.
Logró así cumplir con el encargo que recibió: “Y lo hice aplicando el conocimiento y la inteligencia, que es con lo que el ser humano progresa, lo demás son zarandajas”. Ya son 17 años en esta tarea en el CERMI Comunidad de Madrid que tanto le apasiona: “Estoy muy orgulloso de estar en el CERMI de Madrid, pero también estoy codo con codo con el CERMI Estatal. La idea de crear el CERMI fue brillante”, e insiste, “¡brillante!”.
Universidad, innovación y diseño universal
Mientras Juan José se dedicaba a enseñar a caminar y desenvolverse a los afiliados de la ONCE, al mismo tiempo que negociaba con políticos de Madrid una norma sobre accesibilidad, recibió también la llamada de una universidad que le propuso dar clases en la rama de Magisterio, sobre aspectos evolutivos y educativos de la deficiencia visual y luego sobre desarrollo emocional. Era el
Centro Superior de Estudios Universitarios de La Salle, un centro que pertenece a la Universidad Autónoma de Madrid y en el que ha sido profesor titular desde 1999 hasta 2013. Fue otro comienzo de historia fundamental para este profesional, que a partir de entonces, y hasta ahora, está comprometido con La Salle en la tarea educativa y la promoción de la accesibilidad y el diseño universal.
Con ellos ha contribuido también a diseñar el único campus universitario inclusivo para estudiantes en el ámbito académico superior, porque “La Salle tiene un compromiso muy grande con la discapacidad”. Además, ha dirigido durante diez años el primer postgrado experto en Accesibilidad universal y Diseño para Todos y dirige una División de Diseño Universal dentro del
Parque de Innovación de Servicios para las Personas de La Salle.
Y como Juan José asegura que le gusta hacer de todo, también viaja de vez en cuando a otros países con proyectos de colaboración con universidades extranjeras. “Tomo la vida como viene”, asegura cuando le preguntas por la zona de confort, por la posible necesidad de un respiro o una pausa, y añade: “Esta es mi zona de confort y si ahora dejara todo y tuviera que trabajar de barrendero, igualmente procuraría hacerlo bien, en lo que estoy, me implico. Tengo un compromiso con la vida”.
La música y el futuro que no existe
El resto del día, Juan José practica en su propia vida, como cualquiera, dejando el trabajo en su sitio y ocupando sus horas libres en momentos de familia, de ocio o lo que surja: “A mí me gusta todo, los toros, el fútbol, la moda, salir de compras, no creo que haya algo que no me guste, todo es una oportunidad, descansar, leer, organizo bien el tiempo”.
Y la música. “He sido músico. Y lo soy. Porque músico no se deja de ser…” Además de ser compositor, Juan José toca la guitarra (curiosamente, casi el único problema que comenta en esta conversación, muy contrariado, es la dificultad de encontrar guitarras para zurdos) un poco el piano y canta. Y formó un grupo en los años 90 con el que tuvo incluso un sonado éxito bajo el título “Te me vas” (el grupo se llamaba Pret a popter). A pesar del éxito, decidieron no continuar con esa proyección porque “no nos gustaba mucho el mundo profesional, el mundo de la música es muy complejo”. Pero siguen tocando, ahora están inmersos en la grabación de su segundo disco, con tranquilidad, quizás tarden un año, no hay prisa, porque es puro ocio y disfrute personal.
A punto ya de finalizar su repaso vital recuerda una interesante incursión en el mundo del cine, donde pudo trabajar con Mario Camus, a quien admira, ayudándole en la preparación de algunos personajes de una de sus películas. Habla un poco de sus hijos y del futuro, aunque no se aventura mucho: “Aprendí que el futuro no existe”. Y cuenta que como no sabemos lo que va a ocurrir, hay que tomar la vida como viene, “y si un día me quedo sin trabajo, cogeré mi guitarra, me iré al metro e intentaré tocar muy bien allí”.
Y habla de la discapacidad, e intenta definir, acotar, evitar alternativas como ‘diversidad funcional’, porque diversidad funcional es diversidad humana, “si hablamos de diversidad funcional hablamos de todo el mundo”. Y asegura que “la discapacidad no es un rasgo, sino el resultado de la interacción con la exigencia externa. La discapacidad no es algo atribuible a la persona, sino a la interacción”.
Finalmente, si hablamos del papel del CERMI, de esa idea ‘brillante’ de crear este comité, Cantalejo siente que hemos avanzado en discapacidad: “Ahora tenemos más presencia y un hecho fundamental en la historia de este país ha sido el nacimiento del CERMI Estatal”. Pero todavía no se siente satisfecho: “Tengo una ideología muy marcada y no soy aséptico ante las cosas, soy progresista y por encima de todo para mí está la justicia social, ninguna persona, por sus condiciones económicas, culturales o funcionales debe verse en inferioridad de condiciones, tiene que tener las mismas oportunidades, y con las personas con discapacidad eso no existe”.
En marzo de este año, 2018, Juan José Cantalejo recibió el Premio Prodís a su trayectoria profesional en favor de las personas con discapacidad, un premio que le hizo muy feliz y comenta orgulloso.