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Entrevista en ‘cermi.es’ a Marina Martín, mujer sordociega: Biberones de Igualdad

Entrevista en ‘cermi.es’ a Marina Martín, mujer sordociega: Biberones de Igualdad

Antes incluso de comenzar esta entrevista, Marina me advertía de algo en lo que insiste durante la misma: “Yo no soy importante, lo importante es poner en alto nuestra existencia y que se sepa que no tenemos identidad, ni de colectivo ni de individuo, y tenemos que empezar por la base, que es la identificación de las mujeres sordociegas a través de la participación activa”.

 

Por Blanca Abellá

 

Su historia comenzaba hace 72 años en Granada, pero de manera más especial hace 51, cuando Marina se queda ciega tras una intervención quirúrgica que en principio no suponía ningún riesgo. Y de nuevo advierte: “No creo que mi vida, o cómo adquirí ceguera o sordera, sea importante, como si fuéramos trapecistas”. Sin embargo, su relato da muestras de todo lo contrario, de lo importante que es la lucha de mujeres como Marina en el sector de la discapacidad, especialmente entre las mujeres sordociegas.

Era una mujer normal y corriente, relata, con una familia abierta y tolerante, moderna para esa época, y respetuosa con los deseos de sus hijos: “Mis padres trataban siempre de apoyarnos en lo que queríamos hacer y desde el primer momento me prestaron su apoyo y me dejaron tomar mis decisiones; ellos me conocían y sabían que buscaría mi camino”. Cuando le sobrevino la ceguera, Marina tenía 21 años y quería seguir estudiando, su sueño era hacer medicina o arqueología, pero ya no era posible, “no quería perder el tiempo en utopías”, así que estudio Filosofía y Letras y luego la especialidad de Filología Inglesa. Fue la primera persona ciega que estudio en la universidad de Granada.

“Lo primero que tenía claro es que, como persona, tenía derecho a trazar mi vida, no voy a ir contracorriente porque eso en sí mismo es un fracaso, se trata de conocerte a ti mismo, asumir tus limitaciones y pedir ayuda cuando la necesites, tener claro lo que quieres, pero sabiendo lo que no puedes; me dije: quiero y tengo voluntad de rentabilizar los sentidos que tengo, tengo familia que me apoya, profesionales, compañeros…”

ONCE Y ASOCIDE

Una vez en Madrid, durante siete años y medio trabaja como profesora en la ONCE, y tras aprobar las oposiciones continuará en la docencia otros 18. “Empiezo a ver que fuera del recinto de la ONCE, lo que se llaman derechos o igualdad, no existe; en el ámbito de la ceguera todo va bien, porque la ONCE siempre ha trabajado con la igualdad, me he desarrollado personal y profesionalmente a fuerza de biberones de igualdad, y por eso quizás me convertí en activista, pero fuera…”

Es cuando Marina entra en contacto con el movimiento asociativo y empieza a interesarse más por la legislación y por cómo se traslada esa normativa a la vida real: “Quería formación, conocer la relación entre la legislación y la realidad, porque yo venía de un mundo normal y pasé a la ONCE, que es el país de las maravillas”. Su afán por avanzar es constante, por lograr que ese bienestar que disfruta en la ONCE se extienda a cualquier ámbito, sobre todo en el caso de las mujeres.

Pero entonces, con 43 años, comienza a darse cuenta de que oye mal: “Fue algo parecido a un infarto de oído, un problema vascular y neurológico que afecta a la cóclea; me machacó más del 50% de la frecuencia; escuchaba sonidos, pero me dañó las frecuencias conversacionales, o sea, confundía unas palabras con otras, oía, pero mal, no discriminaba bien”. Ya no podría ejercer como profesora, pero quería continuar con una vida productiva e independiente: “Pensé que mi vida laboral había acabado, pero volvemos a la igualdad de oportunidades y, como no podía dar clases, en la ONCE me dieron la coordinación de los módulos profesionales”. De esta manera, conservó el empleo y, mientras, se asoció a Asocide (Asociación de Sordociegos de España) donde aprendió el alfabeto dactilológico: “Quería aprender sistemas de comunicación y conocer la vida de las personas con sordoceguera, porque me daba cuenta de que muchas disciplinas y aprendizajes adquiridos como persona ciega, no servían para nada como persona sorda”.

Durante su aprendizaje, las clases prácticas del dactilológico las hacía con mujeres y hombres sordociegos: “Las mujeres hablaban de su vida, de cuál es su papel en la familia, de si están casadas o tienen pareja, o si querían tener hijos pero sus padres se lo habían prohibido, porque las tienen con un proteccionismo estúpido y no las permiten comprar un móvil u ordenador, porque a lo mejor se meten en sitios y las engañan, y no las dejan salir con chicos… Pero cuando hablas con los hombres, casados o en pareja, te cuentan también su vida, donde ellos mandan, con un machismo exacerbado, y las mujeres son las que lavan, friegan, planchan, no pintan nada, y no salen del entorno sordociego, o sea están secuestradas”.

PROTECCIONISMO Y VIOLENCIA

Indignación y denuncia. Así definiría el tono y la expresión de Marina, muy contundente en un instante que concluye así: “Las personas sordociegas, sobre todo las mujeres, están sufriendo discriminación, marginación, y violencia desde la cuna, en sus propias casas, y todo el mundo decide si va al colegio o no, qué aprende y para qué, si se integra en la vida o no, no vaya a ser que a mi niña le pase algo…”

Decidió entonces poner en marcha toda su energía para combatir esta realidad y contribuir a la mayor libertad y empoderamiento de las mujeres sordociegas, pero tardó cinco años en conseguir crear la primera comisión estatal de mujeres sordociegas. No fueron años perdidos, pues mientas transcurría ese tiempo, aprovechó para poner en marcha talleres de derechos humanos y de discriminación por género y discapacidad, concienciando a estas mujeres para que escucharan que “su posición en la vida no debía ser esa y tenían que tratar de salir de allí, porque nadie las iba a sacar”; formando en empoderamiento, igualdad de oportunidades, maltrato… “Porque algunas mujeres no se creen que estén sufriendo maltrato, creen que el papel de una mujer tiene que ser ése”.

Marina asegura que estaba aprendiendo mucho sobre la sordoceguera, pero también estaba sorprendida ante esta realidad: “En España éramos los mejor atendidos del mundo, porque estaba Mamá ONCE detrás, pero a nivel social, legislativo, no estábamos reconocidos, ¿cómo casas entonces la igualdad de oportunidades real si no proporcionas herramientas? En todas las charlas que he dado he dicho que la igualdad de oportunidades es directamente proporcional a las condiciones de igualdad y para las personas sordociegas, las condiciones de igualdad son nuestros guías intérpretes y mediadores, porque son el nexo de unión con la sociedad, con el mundo, para que nosotros podamos llevar una vida inclusiva, ¡no es un lujo!”. Por eso, asevera: “Tengo mucho que aprender, pero tengo mucho que denunciar”.

Por fin en 2016 se creó la sección estatal de mujeres sordociegas, liderada por ella misma, que impulsó también la creación de comisiones autonómicas, hoy presentes en Madrid, Andalucía, Castilla y León, Comunidad valenciana, Canarias, Asturias y Cataluña. “Poco a poco nos hemos ido haciendo visibles, queda mucho por hacer, pero el camino está abierto”, afirma.

Las tareas son múltiples, según su propio testimonio: “Combatir las barreras mentales, de comunicación, el proteccionismo… Es tanto lo que hay que hacer, tanta formación a nivel de derechos humanos, social, de familias, de mujer, en la administración pública, que empiecen por reconocernos, que sepamos cuántas somos y dónde estamos y, a partir de ahí, podremos saber, no la realidad, que ya la sabemos, sino los niveles de realidad y desigualdad en los que vivimos”.

Así, resume, la lucha debe organizarse en dos frentes, uno externo, el de la administración y la sociedad, y otro interno, en el que insiste a lo largo de toda la conversación, porque el proteccionismo termina por ser una de las peores barreras a las que se enfrentan las mujeres con discapacidad: “Tenemos que luchar para que la familia interiorice que es su obligación apoyar a las personas, a las mujeres sordociegas para que consigan su propia identidad, su autonomía personal, su empoderamiento, porque tienen derechos igual que cualquier mujer y que cualquier hombre, porque somos más vulnerables, pero eso no tiene que privarnos de luchar y seguir avanzando”.

A sus 72 años, jubilada, pero no retirada en su activismo, Marina alienta con fuerza a continuar en esta lucha: “Como no estamos reconocidas ni identificadas a nivel de legislación, no tenemos futuro, por eso nuestra obligación es seguir avanzando para crearnos un futuro real, inclusivo, porque es nuestro derecho, reconocido, entre otros, en los artículos 6, 21 y 30 de la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad; ¡No abandonéis!”

(*) Marina Martín ha asumido diferentes responsabilidades a lo largo de su activismo; entre muchas otras:

  • 23 años asociada a Asocide Nacional, desde 1998 hasta la actualidad
  • Cofundadora de las delegaciones territoriales de Comunidad de Madrid, Aragón, País Vasco y Andalucía (1998)
  • Directora gerente de Asocide Nacional 1999 al 2001
  • Vicepresidenta de Asocide Nacional desde abril de 2001 hasta el 2009
  • Fundadora de la primera comisión estatal de mujeres sordociegas en 2005
  • Comisión de la Sección Estatal de mujeres sordociegas de Fasocide, 2016 hasta la actualidad
  • Integrante del Comité Ejecutivo del CERMI Comunidad de Madrid
  • Integrante vocal del Consejo Asesor sobre Discapacidad de la Comunidad de Madrid
  • Representante en la Comisión de género de CERMI Estatal y CERMI Comunidad de Madrid como responsable de la Sección de la Mujer de Fasocide