Vehículos de movilidad personal, amenaza para los peatones vulnerables
Los espacios reservados para los peatones ya estaban colonizados por motocicletas, bicicletas, terrazas, veladores, contenedores de recogida de residuos … Estos nuevos elementos, en número muy elevado, comenzaron a transitar por aceras y espacios peatonales y a ser abandonados tras su uso en cualquier lugar, creando una sensación real de inseguridad para las personas con discapacidad, mayores y otros peatones que por diversos motivos se encontraban en situación de vulnerabilidad. Los transeúntes ya habíamos sido orillados a las aceras por los automóviles, ahora este espacio reservado lo han invadido vehículos sin control que circulaban a velocidades que podían alcanzar los 35 kilómetros por hora y que con incivismo extremo se abandonan en cualquier lugar del itinerario peatonal.
Para las personas con discapacidad esta indisciplina salvaje y la pasividad de las Administraciones suponen un desafío permanente para intentar moverse con seguridad y garantías y que la ciudad no se convirtiese en una suerte de carrera de obstáculos en la que además no tenían la certeza de conservar la integridad física.
Algunos Ayuntamientos han regulado en número y extensión de estos vehículos de uso compartido, otros han decidido suprimirlos, y además han crecido de forma importante los de uso particular. Por otra parte, se ha prohibido, de forma temporal, en ciudades como Madrid y Barcelona que estos elementos puedan entrar en los medios de transporte públicos, por seguridad, ante las deflagraciones ocasionales que se produjeron en el transporte público.
Los comúnmente denominados “patinetes” ¿están contribuyendo a la movilidad y sostenibilidad de las ciudades o por el contrario en ocasiones son utilizados como desplazamiento recreativo o de juego?, ¿generan seguridad a los peatones o son contemplados como vehículos que asaltan las aceras y zonas peatonales poniendo en riesgo a las personas? Estas son algunas de la preguntas que se manifiestan y que como sociedad deberíamos responder y las administraciones resolver. Existen otras muchas en las que están interpeladas las administraciones: la edad de utilización, el uso obligatorio del casco, la obligatoriedad de suscribir un seguro de responsabilidad ante posibles accidentes…
Por otra parte, las normas en vigor impiden que estos elementos circulen por las aceras y zonas peatonales y deben cumplir las normas de circulación al transitar por la calzada. Existe entre las personas con discapacidad una sensación contrastada que esto no se está cumpliendo y que se produce un indisciplina bastante acusada. Ese deambular ilegal por determinadas zonas, ¿será por desconocimiento o bien será por un comportamiento consciente? Quizás pueda ser que como aparecieron bajo ese halo de cierta impunidad, esta se mantenga y que algunas personas que utilizan estos elementos creen poder circular por donde estimen oportuno sin consideración hacia los viandantes.
La realidad es que las personas con discapacidad están siendo expulsadas de determinadas zonas de las ciudades o incluso se autoexcluyen por la dificultad que supone desplazarse por ellas. Los Ayuntamientos deben hacer cumplir la norma de forma estricta a estos vehículos en la circulación irresponsable y muy peligrosa que algunas personas realizan, controlando a los usuarios y a las empresas de alquiler. Y parece que la formación e información no están siendo suficiente para limitar el uso abusivo y requiere la contundencia de la sanción.
Esta expresión de la movilidad nació desde un cierto ambiente de impunidad, de libertad egoísta que nos ha llevado a la situación actual de falta de disciplina, de control difuso y de inseguridad permanente para una parte de la población que tiene que convivir, en los espacios reservados a los peatones, con vehículos que pueden dañar su integridad física.
La movilidad en las ciudades está transformándose, eso es una evidencia, pero ese cambio no puede, no debe y no podemos consentir que suponga una nueva relegación, una forma perversa de discriminación para una parte de la población que pueda encontrarse en situación de vulnerabilidad por la utilización incívica y son control de estos vehículos de movilidad personal. Las personas con discapacidad no son vulnerables, son los entornos, las situaciones, los comportamiento las que pueden situarlas en situación de vulnerabilidad. Venimos denunciándolo desde hace demasiado tiempo y ya es el momento de solucionarlo.